miércoles, 29 de febrero de 2012

Con-Fusiones Vol. II

Nueva Música Andina Colombiana



*Artículo publicado en la Revista Música en el 2010


«… Nutren el caudal de la tradición como un río enorme en que vamos navegando, pescando y soñando».

—Carlos Barreiro Ortiz


La música Andina cómo los géneros tradicionales de diferentes lugares del mundo, está siendo reinventada por los músicos de las nuevas generaciones, que a través de investigaciones exhaustivas, han decidido no dejarlas en el olvido. Cómo Barreiro[1] afirma en la cita que tomamos al principio, la música Andina se está nutriendo gracias a la experimentación de jóvenes músicos, que han optado por desafiar el agobiante e inalcanzable mundo de la música comercial.


Raíces


Los ritmos andinos, como toda la música colombiana, resultaron del encuentro étnico que redescubrió la música como un camino para plasmar ésta unión. Ésta serie de géneros, provienen de los departamentos surcados por las montañas de la cordillera de los Andes: Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Huila, Tolima, Cundinamarca, Santander, Norte de Santander, Antioquia, Boyacá y Eje Cafetero.

Debido a su extensa cobertura geográfica, la música andina colombiana es muy amplia y variada, ya que cada región le imprime su toque cultural, derivando varios ritmos, entre los cuales los más destacados son los bambucos, pasillos, torbellinos, guabinas y españolas.

Antioquia y Bogotá fueron cuna de éstos géneros, que tradicionalmente son interpretados por instrumentos cordófonos como el tiple, requinto, bandola y guitarra. De aquella época datan una cantidad de obras anónimas, que señalan algunos, fueron compuestas por intelectuales de las principales ciudades del país que se avergonzaban por estar escribiendo música popular. Uno de ellos, fue Rafael Pombo, quién – dicen – fue uno de los grandes compositores de bambucos y pasillos.


Pedro Morales Pino


Hace más de cien años, Pedro Morales Pino (1863- 1926), compositor vallecaucano, decidió cristalizar la esencia de la música de los Andes colombianos, que nadie había transcrito al lenguaje musical hasta entonces. Pasillos, Bambucos y Danzas fueron arregladas por Pino, dándoles una estructura, que fue acatada y “aclarada” por los compositores e intérpretes de música andina en los años siguientes. Mejoró la práctica interpretativa de dichos géneros, llevándolos a un formato típico apto para la ejecución de los mismos. En 1897 organizó la Lira Colombiana, agrupación que llegó a contar con 16 integrantes y de la cual fue director y primera bandola. Con ella, el maestro Morales Pino recorrió varias ciudades del país; en Medellín, sentó las bases para la legendaria Lira Antioqueña. Luego viajó a Panamá, San Salvador, Guatemala y más tarde, a Estados Unidos; según datos de Jorge Añez[2], la Lira Colombiana fue la segunda agrupación que salió de Colombia en misión artística.

Morales Pino fue el pionero de la llamada “Música Nacional” influencia que sigue presente en todo lo que abarca la música andina.


Un poco más de historia


Con las primeras giras de la “Lira Colombiana”, los grupos de música Colombiana empezaron a ser acogidos internacionalmente. El dueto “Pelón y Marín” (Santa Marta) se trasladó a México a difundir sus éxitos, labor que lograron con creces. En ese país enseñaron el bambuco a varios músicos mexicanos, entre ellos el compositor Ricardo Palmerín, que se convirtió, en su época, en el más importante autor del Bambuco yucateco, género que llegó a México para quedarse como legado colombiano. [3]

Además de México, el dueto difundió su música en numerosas giras por Estados Unidos, Jamaica, Cuba, Honduras y Guatemala.[4]


La música Andina se erigió en Antioquia, departamento que se convirtió en su abanderado, promovido también por las primeras emisoras de radio que surgieron en Medellín.

Durante mucho tiempo la música andina fue vista despectivamente, aún más por los músicos académicos. A pesar de eso, siempre hubo quiénes promovieron una visión diferente sobre la Música Andina y que le imprimieron otros elementos musicales, desde armonías agregadas, contrapunto y formas musicales. Hubo entonces dos movimientos paralelos: el de la música popular y el de la música colombiana más académica. Nos encontramos entonces con personajes como Francisco Cristancho y Adolfo Mejía, que quisieron hacer cosas distintas y que dan cuenta de que las fusiones de música colombiana han estado presentes en todo momento.[5]


Adolfo Mejía, tenía una formación muy integra y de acuerdo a eso fueron sus composiciones. Fue neoclásico porque se mantuvo dentro de los marcos tonales y las estructuras de las pequeñas formas, aun en sus piezas más descriptivas y evocadoras con rasgos armónicos impresionistas; nacionalista porque se ocupó del mundo sonoro de su país y se propuso elaborar partituras basado en aires andinos y costeños, tal como sucedió en la Pequeña suite, los pasillos y danzas para piano y para banda y las Acuarelas colombianas para orquesta de cuerdas. [6]


En 1948 llegó a la Música Andina Colombiana, un personaje llamado Luis Uribe Bueno, nortesantandereano que llegó a Medellín con la orquesta de Lucho Bermúdez (contrabajista) El maestro puso su alta formación musical al servicio del cancionero popular y al mejoramiento estético de los intérpretes.


En Medellín había una competencia muy fuerte entre las emisoras “La Voz de Antioquia” (Caracol) y “La Voz de Medellín“ (RCN) quiénes organizaron el concurso “Fabricato” de composición de Música Andina. Luis Uribe decidió que quería ser el ganador del concurso (Y lo fue de 1949 a 1952). En sus manos, los aires folclóricos ganaron refinamiento técnico, se dice por ejemplo, que la obra instrumental “El Cucarrón” obra que presentó en el concurso, fue el primer pasillo Sinfónico compuesto, que partió en dos la historia de la música andina en el país y que por su refinada elaboración se convirtió en reto de intérpretes virtuosos. [7]


En 1960 León Cardona, conformó elTrío Instrumental Colombiano” en compañía del tiplista Elkin Pérez y del bandolista Jesús Zapata. El maestro Cardona incorporó armonías jazz a la música Colombiana y un formato de composición diferente (por bloques, no líneal). En 1970, la música Andina, tiene un gran retroceso con un elemento paradójico: Es el momento histórico en el que más música Andina se graba y en el que floreció una época donde se popularizaron los tríos y duetos como El Dueto de Antaño, Garzón y Collazos y Martínez, Silva y Villalba, pero que realizaban un trabajo musicalmente muy pobre. Jorge Villamil se convirtió en el compositor predilecto de estos grupos, e hizo que su música se popularizara, aunque tuviera menos calidad.


Nuevos horizontes


Entre 1970 y 1980 Aparecieron los FESTIVALES DE MUSICA ANDINA y con ellos, se empezó a despertar nuevamente simpatía por la música de nuestro país y se dio un espacio de encuentro entre los músicos del mismo circuito. La música Andina se fusiona y además empieza a utilizar otros referentes sobre los cuáles hablar: no más campesinos y no más montañas, pues eso ya no era lo que identificaba al público que los escuchaba. Gustavo Adolfo Renjifo, músico vallecaucano, empezó a cantar cosas diferentes, “La Llamita” por ejemplo, es casi una canción erótica, haciéndolo único hasta entonces. También musicalizó algunos poemas de Carlos Castro Saavedra y gano un beca de Colcultura para grabar su disco.


A pesar de que evidentemente el lenguaje de la Música Andina Colombiana estaba cambiando, eran muy pocos los grupos que hasta ese entonces, hicieron fusiones con géneros del exterior.

En los 90’s, los músicos, movidos por todo el cambio generacional y cultural que había, introdujeron las fusiones a la música Andina. Eran escasos los intentos por internacionalizar la música colombiana, en parte por problemas como la escritura del bambuco. Luis Uribe, que por años trabajó en Sonolux y que tuvo mucha relación con las disqueras mexicanas, contaba que al darle a la orquesta un bambuco en ¾ para que tocaran, la orquesta no era capaz de hacerlo; mientras que al dárselos en 6/8 se le facilitaba el trabajo.


En aquel entonces tampoco hubo grandes arreglos, ni estrellas de la música andina que lograran trascender fronteras, ni alcanzar su comercialización. Sus discos sólo se encuentran en el circuito de grandes festivales como “El Mono Núñez” o “Antioquia le canta a Colombia”. Este mismo festival decidió en 1995, calificar programas musicales, otorgándole al artista un tiempo determinado para hacer un espectáculo. Ese primer experimento arrojó como ganador a un grupo llamado Damawa, de Nariño, con “Canto al Galeras” obra en la que no se sentía el género andino con tanta fuerza como antes. Héctor Fabio Torres fue otro de los precursores de la fusión, quién con obras como “Ensamble”, “Enigma” y “Diabólico”, presentó fusiones y estructuras muy complejas, hasta llegar a un punto en el que se afirmó que estaba realizando música sólo para músicos.


Otro fenómeno es la diferencia generacional entre los jóvenes músicos y el público más conservador, situación que dificulta el entendimiento, pues lleva a la audiencia y a algunos críticos a decir que la música colombiana esta siendo degenerada por esos músicos y haciendo que pierda su sonido tradicional, pues sus composiciones se salen de los límites y referentes que tuvo la Música Andina.


La Nueva Música Andina Colombiana, empezó a evolucionar en la historia, cuando una serie de propuestas empezaron a surgir desde la academia, por parte de estudiantes de música que ya estaban influenciados por la música del exterior, especialmente por el jazz y el rock. En la Universidad de Antioquia por ejemplo, se abrió un énfasis en cuerdas y la gente joven y experimental, empezó a fusionar realmente la música andina. A finales de los noventa se comenzaron a emplear instrumentos como el piano y otros electroacústicos como el bajo, que le dieron un nuevo sonido a nuestros géneros.[8]


Evolucionando


Hay una gran diferencia entre las músicas masivas y las músicas para minorías. En el caso de la música andina que hace parte del segundo grupo, se percibe que ha ganado un lugar entre un público que tiene cierto nivel como oyente y que es menos consumista, más fiel e incondicional a sus predilecciones. Aún así, los músicos de Música Andina Colombiana también sueñan con tener un espacio en el mercado, dónde alcancen una proyección nacional e internacional a través de herramientas como los canales de divulgación virtuales, la facilidad para la grabación y producción de un álbum, que permiten que los músicos tengan más documentación fonográfica para divulgar sus propuestas.


La fusión se ha convertido en la primera estrategia utilizada por los músicos para comercializar su trabajo. Grupos como la Estudiantina Nogal, el Trío Nueva Colombia, el Grupo Cuatro Palos, el Grupo Café Es3, Guafa Trío, el Grupo Camerata y el Conjunto Ebano; algunos duetos (con voces armónicamente más elaboradas) como Nueva Gente, Sombra y Luz, Carmen y Milva, Diana y Fabián y Primaveral; los grupos Nueva Cultura, La Distritofónica, Puerto Candelaria y Septófono, y los solistas vocales Niyireth Alarcón, María Isabel Saavedra, Carolina Muñoz, Juan Consuegra; por citar sólo unos pocos, han trabajado con éstos recursos, obteniendo resultados óptimos y reconocimiento.


Todos éstas transformaciones coincidieron con un cambio en la industria de la música en donde las disqueras desaparecieron y la herramienta en la que se empezó a mercadear todo, es el Internet. Las influencias de los poderosos medios de comunicación (Qué tienen un panorama desolador en cuánto a Música Andina Colombiana), trajeron consigo nuevas sonoridades, nuevas formas melódicas y armónicas, nuevos lenguajes y nuevas técnicas desde distintas partes del mundo.[9]

De toda la música de las regiones colombianas, la andina es la que más ha evolucionado, en razón a que hace parte del repertorio de músicos estructurados en la Academia, instrumentistas virtuosos con conocimiento de diversas culturas y estilos del mundo. Hoy nuestro sonido está lleno de esos elementos foráneos que enriquecen la tradición y que facilitan su proyección internacional, siguiendo los comportamientos de las músicas que hacen parte de la "World Music" o "Músicas del Mundo" y que integran en un solo concepto toda la música popular o étnica de difícil catalogación, como es nuestro caso. “La universalización y auge de las músicas locales es sin lugar a dudas un acontecimiento que los músicos andinos debemos aprovechar”. [10]












[1] Carlos Barreiro Ortiz, Economista de la Universidad Nacional y comentarista musical.


[2] Jorge Añez (1892- 1952) Compositor, autor, cantante e investigador musical nacido en Santa Fé de Bogotá.

[3] www.trovadores-yucatecos.com/Bambuco


[5] Información suministrada por Juan Carlos Mazo, Periodista, comentarista y crítico.

[6] Esquivia Vásquez, Aníbal, "Adolfo Mejía", Rapsodia, núm. 20, año III; marzo de 1948, pp. 27-31.


[7] De Liras a Cuerdas, Hector Rendón Marín. 2009.

[8] Información suministrada por Federico Ochoa, clarinetista y saxofonista graduado en la Universidad de Antioquia.

[9] Maria Eugenia Londoño, Musicóloga con estudios realizados en la Academia de Música y Arte dramático de Viena y en el Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore, Indef de Caracas.


[10] Sofía Elena Sánchez Messier, guitarrista del trío Colombita. Estudió en la escuela Luis A. Calvo, en la Universidad Javeriana y en la Fundación Musical Amadeus.


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