miércoles, 29 de febrero de 2012

Más que gastronomía: Restaurante Bonuar

*Artículo publicado en el periódico Nexos en el 2009.

Eran las 6 de la tarde, pero el día estaba claro aún. Llegué a la reunión que había concretado con Carlos Hernán Estrada, uno de los socios del restaurante Bonuar, situado en la nueva sede del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) en Ciudad del Río. Mientras esperaba, empecé a detallar el restaurante. Piso pintado que le daba un toque antiguo al lugar, mesas, sillas y barra en madera, una pequeña plataforma con un mueble bastante cómodo (quiénes se sentaban allí creían ser los dueños del mundo); acabados arquitectónicos un poco industriales, lámparas redondas con luz muy tenue; Bb King, Eric Clapton, Ray Charles y otros “Bluesman's”, sonaban a un volumen moderado incitando la conversación entre los clientes, todos esos elementos creaban un acogedor y cálido ambiente, transportándome a un restaurante de una ciudad costera.

“¡Órale!” Me saludó Carlos con acento mexicano, sin serlo y me dió la mano presentándose. Pedí una limonada y empezamos a conversar. De lo primero que decidimos hablar fue sobre la gastronomía de Bonuar, la cocina Creole. La cocina Creole (“Criolla”) nació en Nueva Orleans y es una mezcla de las tradiciones de los grupos de inmigrantes que pasaron o se quedaron en la gran ciudad; franceses, españoles, italianos, indígenas y africanos. La posesión de la ciudad cambio siete veces de manos y aunque los representantes de los gobiernos se fueron cada vez, con frecuencia los que trabajaban en las casas se quedaron con los nuevos amos de la ciudad. Las cocineras, la mayoría de procedencia africana, añadieron ingredientes de las nuevas cocinas, guardando siempre elementos anteriores. A través de los años, este cambio constante llego a crear una cocina única: tradicional, compleja, intensa y elegante a la vez.

“La historia se refleja en la cocina” me dijo el chef o cocinero del restaurante, como prefiere que lo llamen Rodrigo Isaza, que es además artista plástico y otro de los socios del lugar.

Él me habló de los principios de la cocina Creole. Me contó que es una cocina ancestral, que se caracteriza por la cocción lenta de los alimentos con los que se prepara. Los ingredientes más utilizados son: El Roux (Mezcla de mantequilla y harina de trigo que espesa las salsas), tomate, pimentón, ají, apio, orégano y pimienta; El plátano y la yuca en todas sus presentaciones (Cocinado, frito, etc.); La panela como azúcar natural y el coco, le dan sabor a muchas preparaciones; Las carnes más utilizadas son el cerdo (frito más que todo, pues la costumbre es de origen africano), el pescado y la res; por último y no menos importante que el resto de los alimentos: El guiso.

Me explicaba el chef, que a pesar de que la cocina es Creole, como pasa en el 90% de los restaurantes de comida internacional en Medellín, la comida es el resultado de una fusión de esos tipos de cocina e ingredientes y sabores de nuestra tierra. No es fácil, ni barato, encontrar todos los alimentos que utilizan las recetas originales, así que los chefs colombianos deben hacer uso de su creatividad y originalidad para hacer platos con sabores internacionales, pero con ingredientes que estén al alcance de sus manos.

A las 8 y 30 de la noche, el restaurante pasó de ser un lugar tranquilo, a un completo caos. Empezaba la hora clímax de cualquier restaurante en el mundo. Los meseros corrían de un lado a otro, discutiendo solos (Porque la nueva moda es que los meseros llevan auriculares para comunicarse entre ellos), una multitud de gente esperaba fuera del lugar por una mesa, y los seres humanos se transformaron literalmente en gavilanes. Peleaban por el mejor sitio y la mejor atención, y poco a poco perdieron conciencia de la situación que se desarrollaba en sus narices. El restaurante estaba completamente lleno y Rodrigo y Carlos me dejaron sola un rato para correr a ayudar a los meseros con su trabajo. Familias enteras, grupos grandes de gente: joven, adulta, sólo mujeres, sólo hombres, parejas… el restaurante es un pequeño universo plagado de gente diferente pero de la misma clase social, se les nota. Un rato que es encantador para mí, es bastante desgastante para quienes trabajan en aquel lugar.

Alcanzó un segundo a Rodrigo para que me lleve de tour a la cocina y al entrar… me sorprendí bastante. Ocho trabajadores adentro, cada uno cumpliendo psicorígidamente con su función. Paredes blancas completamente limpias, una zona de cocina fría, con una nevera gigante, llena de bolsas con alimentos marcados y porcionados; una zona de comida caliente, donde hacen el “montaje” de los platos (No hay que olvidar que Rodrigo es artista, y cada plato es una obra de arte); la zona de fogones, donde se encuentran cocinando los alimentos y por último, la zona de limpieza, donde el más joven de los empleados lava con rapidez los platos y cubiertos. Después me llevó a un espacio muy particular en un extremo del restaurante, los tres socios decidieron montar una hamburguesería, y no cualquiera, las hamburguesas que venden allí, son hechas con carnes muy gruesas (de res, cerdo y vegetarianas), panes finos y papas rústicas con un sabor único.

Degustando la cocina Creole

Me senté en una barra que queda fuera del restaurante, acompañada sólo de una hermosa luna llena y una noche cálida y despejada y me dispuse a pedir los platos recomendados por el chef. Llegaron con la entrada: Tamal de Raya Ahumada. Antes de haber decidido comer, le había preguntado a Rodri a qué sabía la raya, y él me había respondido que parecido al tiburón, le dije, “Rodri, en realidad tampoco he probado tiburón”. Respire profundo y probé el exótico plato. Un pequeño y largo tamal de maíz, con un guiso encima, un pequeño montón de ensalada de zanahoria, pimentón y cebolla no muy cocidas. ¡Pica! pensé, el guiso tenía bastante ají y pimienta, “pica rico” pensé luego de dar un par de bocados. La raya, sabe a pescado porque su carne es más seca porque es ahumada, pero es bastante rica. Tiene un sabor muy sosegado, que junto con el maíz y en contraste con el guiso picante, hacían un plato intenso pero muy soportable para el paladar de cualquiera.

Termino e inmediatamente llegaron con mi plato fuerte: Pescado en Falsa Piel.
La falsa piel es una trituración de yuca y plátano, que al hornearse sobre el pescado queda crocante. El plato se acompaña de guiso y arroz con coco con trozos de cebolla y plátano caramelizados. El pescado es tierno y la falsa piel le da mucho carácter al plato manteniendo un sabor neutral y deleitable; el guiso sólo lo utilicé en la mitad del pescado, es más salado y le da más sabor a la carne; El arroz es dulce sin hostigar, absolutamente delicioso, mientras que el plátano y la cebolla caramelizados le dan un toque suculento y estético al plato.
Sin estar llena del todo, sentía como nunca que mi paladar estaba en un equilibrio inigualable. Una mezcla de sabores que engranaban a la perfección y platos llenos de personalidad que me hacían sentir saciada.

Por último, llegaron con mi postre: Crumble de guanábana. En ese momento estaba conversando con Carlos y distraídamente llevé una cucharada del postre a mi boca. “mmm…” dije con cara de placer, mientras Carlos me observaba un poco asustado; había llegado al orgasmo, al clímax, no se podía poner en duda. El sabor increíblemente exótico de la guanábana no lo tenemos codificado en nuestros cerebros y mucho menos su suavísima textura. Sentí como la guanábana me regalaba poco a poco su sabor, mientras que el crumble (unas galletitas crujientes que se deshacen como si fueran de mantequilla) se deshacía sobre ella, para rematar, una cucharada de helado de vainilla, provocó una mezcla de sabores dulces realmente complaciente.

A las 9 y 30 de la noche, las luces del restaurante empezaron a descender delicadamente, mientras una cubierta empezó a techar la parte externa del restaurante, oscureciendo todo un poco. Silencio… empezó a sonar música cubana. Cierro los ojos por un segundo y juro escuchar las olas del mar a lo lejos, sentir la brisa y la arena entre los dedos de mis pies, abro lo ojos y veo la calle. Me despido de mis entrevistados y me voy con la barriga llena y el corazón contento.

Dato de interés: Los miércoles pueden encontrar música en vivo. Un buen grupo de Jazz o Blues, estará esperando para amenizar sus noches.

“El Rapto del Serrallo” de Mozart será interpretada por primera vez en Colombia

*Artículo escrito para la Agencia de Noticias de la Universidad Eafit.


La obra será estrenada el 2 y 3 de marzo gracias a una co-producción de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Eafit y el Teatro Pablo Tobón Uribe. Con este espectáculo abren la temporada del 2012 y celebran los 60 años de existencia del teatro.



“El rapto es algo especial, diferente, único. Cierto que todas las grandes óperas de Mozart lo son. Cada una de ellas configuran un mundo propio”

Eugenio Trías.


Un narrador será el encargado de contar la historia de Belmonte, un noble español, que desembarca en las costas de Turquía con el fin de rescatar a su amada Constanza, que junto a sus acompañantes Blonde y Pedrillo, han sido raptados por unos piratas turcos comandados por el Bajá Selim.


Escenarios de ensueño, creados de manera digital y proyectados en tres pantallas gigantes, transportarán al público a aquel territorio turco, donde se desarrolla esta aventura en la que los protagonistas se enfrentarán a la muerte por amor. La utilización de la plataforma audiovisual, vuelve este género más asequible a la sensibilidad contemporánea. La atención del público se mantendrá constante y vibrante a lo largo de toda la ópera, ya que fluye desde la representación teatral que transcurre en las tablas, a la proyección audiovisual de los majestuosos escenarios.


Además, los espectadores podrán seguir la obra gracias al libreto prensado que se les va a entregar, con el que se da inicio a una serie de documentos coleccionables, que podrán atesorarse para preservar la memoria histórica de los grandes eventos realizados en la ciudad.


Apoyando el talento local


Desde que se creó la Orquesta Sinfónica de la Universidad Eafit, bajo la dirección musical de la maestra Cecilia Espinosa, ha estado entre sus planes hacer ópera, especialmente de Mozart. Ya han realizado “La flauta mágica” y “Las bodas de Fígaro”. En esta ocasión hicieron el montaje de “El rapto en el serrallo” que inició hace más de 6 meses con la asesoría vocal del maestro alemán Detlef Hans Wilhelm Scholz, docente del Departamento de Música de la Universidad. Según la maestra Espinosa, escogieron hacer esta obra por muchas razones, entre ellas, porque nuestro país cuenta con un grupo de cantantes adecuado para interpretar a los personajes que exige la obra.


La soprano Sandra Lorena Caicedo interpretará a Constanza, el tenor Hans Mogollón será Belmonte, la soprano Adriana Orozco será Blonde, el bajo Alexis Trejos será Osmín y el tenor Milton Rodríguez realizará el papel de Pedrillo. Todos cuentan con un amplio recorrido musical y son egresados de los programas de canto de la Universidad de Antioquia y de la Universidad Eafit.


La adaptación


“El rapto del serrallo” es un singspiel en tres actos, con música de Wolfgang Amadeus Mozart ylibreto en alemán de Gottlieb Stephanie, quien adaptó otro libreto anterior de Christoph Friedrich Bretzner. Se estrenó en el teatro Burgtheater de Viena el 16 de julio de 1782, proporcionándole a Mozart su primer gran éxito internacional. El Singspiel, es un espectáculo musical, mezcla de canto y recitación en prosa, que en el caso del rapto, fue exitoso por su riqueza en detalles contrapuntísticos, difíciles de ejecutar, con una música que se ajusta en todo momento a la situación escénica. Mozart logra un equilibrio entre la ópera bufa y seria, pero se concentra en la fuerza cómica de la historia.


De los tesoros musicales y dramáticos compuestas por Mozart, solo cinco de ellas se han interpretado en Medellín. Con esta producción lírica, el Teatro Pablo Tobón y la Orquesta Sinfónica de Eafit buscan acercar de nuevo este género a la ciudad y revivir la magia que en los años setenta, despertaron los grandes espectáculos de la “Época de oro” de la Ópera de Colombia y Colcultura.


La dirección escénica y la adaptación del libreto, también estuvo a cargo del maestro Scholz, quién le añadió a la obra un ingrediente que originalmente no tenía: Un narrador en castellano, que será interpretado por el barítono Carlos Antonio Arango. Por su parte, en el libreto, realizado por Tragaluz editores, se podrá encontrar el texto completo de la ópera.


Incursionando en el mundo digital


Primera en su género en Medellín, la producción incorpora como única escenografía, la construida digitalmente a partir de la obra del artista suizo Paul Klee. El equipo de Sinestesia Digital fue el encargado de darle vida a los escenarios de esta maravillosa ópera. Cuenta Santiago Gardeazábal, Director Cultural de teatro, que “Klee era un violinista y pintor, que interpretaba la obra de Mozart pues era un gran admirador suyo. Como investigador de la Bauhaus, realizó composiciones polifónicas con la superposición de colores en sus pinturas como si fueran voces”


Hay muchas propuestas líricas que se ciñen estrictamente a la época en la que se escribieron. En el caso de esta adaptación del rapto, se respeta fielmente la musicalidad que quiso el compositor, pero se le da un giro novedoso y atractivo al formato escénico. Además, sus características técnicas únicas, la relevancia nacional de sus intérpretes, así como la economía y movilidad de la obra, lo convierten en un espectáculo ideal para ser presentado en cualquier lugar del país.


Medellín es una ciudad que se enamora de la música lírica. Con estos formatos diferentes a los tradicionales, se pretende llegar a todos los públicos: Al actual y al siempre nostálgico.

Información general:

Fecha: Viernes 2 y sábado 3 de marzo 2012

Hora: 8:00 PM.
BOLETERÍA:
$50.000 - $80.000 - $100.000 y $130.000
INFO:
Teatro Pablo Tobón:
2397500 y TuBoleta.com: 4446300

La historia contada en los versos de Upegui Benítez

*Artículo escrito para la Agencia de Noticias de la Universidad Eafit.

Sentada en sus piernas lo escuchaba atenta, mientras él le explicaba con paciencia como en la poesía de García Lorca, lo que está connotado se oye, por el mismo ritmo del lenguaje. La niña de sólo 6 o 7 años lo oía atónita mientas él, declamando, le enseñaba la música mágica que contenían las palabras. Ese es el recuerdo al que alude Lía Cristina Upegui, cuando lee a Lorca o a Rubén Darío. Cierra los ojos y recuerda el sonido de los caballos o el agua enfurecida que escuchaba a través de los versos que le recitaba su papá, Alberto Upegui Benítez.

Empezó a leer antes que a caminar y a escribir, antes de poder sustentarlo con cualquier título. Con apenas 19 años, Upegui Benítez fue nombrado director de la Biblioteca Municipal Santander, la cual entregó transformada y proyectada como uno de los centros culturales más importantes del país. Bibliotecario, periodista “honoris causa”, editor, jefe de redacción, crítico literario, libretista y director radial, traductor y educador, Alberto Upegui hizo parte del más selecto círculo de pensadores, que en aquél tiempo (Entre los años 40 y 70), dinamizaron la vida cultural de nuestro país. Su pasión fundamental era saber y su idilio se tejía a través de los libros y la lengua, que en cientos de columnas, crónica, artículos de opinión en periódicos locales y nacionales, múltiples prólogos y comentarios, criticó y analizó austera y rigurosamente.

Era la generación de Generación, suplemento del periódico El Colombiano en la que jóvenes artistas e intelectuales de Colombia marcaron un hito en la historia cultural del país. Personajes entre los cuales se encontraban, Carlos Castro Saavedra, Rodrigo Arenas Betancur, Manuel Mejía Vallejo y Alberto Upegui Benítez, éste último, reconocido por los reportajes de gran interés y rareza que tantas veces escribió para la prensa.

“En una ocasión en primera página, salió publicado el anuncio fúnebre anunciando la muerte de mi papá. Al ser un intelectual conocido, la noticia causo revuelo.” Cuenta Lía entre risas. Cuando todos se preguntaban al respecto, el medio aclaró que Upegui no estaba muerto, pero que pronto lo estaría pues lo habían enviado a hacer una crónica al Amazonas y que eran pocos las posibilidades que tenía de salir vivo de la selva. Upegui Benítez en sus crónicas, escribía despidiéndose, mientras narraba los peligros a los que se estaba enfrentando: Caníbales, animales salvajes y amenazas del medio, que contaba con audacia y una alta dosis de humor. “Que un periódico hubiera tanto espacio para reír… Nos sitúa en otro mundo muy distinto a éste” recuerda Lía.

Entrada al pasado

Recortes de prensa de los artículos periodísticos de Alberto Upegui, sus columnas, crónicas, textos originales, libretos para radio, escritos mecanografiados, números de revistas que el dirigió o fundó como Gente, Occidente, Revista Antioquia, etc. Traducciones de obras extranjeras y sus libros en primera edición “Guayaquil, una ciudad dentro de otra” y “Los anteojos y el lápiz” hacen parte de la colección que Lía Upegui donó a la Sala de Patrimonio Documental de la Universidad Eafit “Se lo regalé a Eafit porque creo que lo van a cuidar y que hay muchos que lo pueden aprovechar. Mi papá se preocupó siempre por elevar el nivel cultural de los ciudadanos, así que eso sería lo mínimo que podría hacer por él. Quizá es lo que más hubiera querido”.

Maria Isabel Duarte, historiadora, cuenta que en la Sala Patrimonial, que ella dirige, se puede encontrar material bibliográfico, hemerográfico y archivístico con características especiales. Colecciones como la de Alberto Upegui, que tengan gran valor histórico, artístico y cultural por su contenido, encuadernación, ilustración, tamaño, antigüedad, rareza y calidad física pueden encontrarse en la sala. Antioquia, Colombia y el mundo se reúnen en éste espacio, con obras publicadas desde el siglo XVI hasta el XXI. Las nuevas colecciones que llegan, son recibidas por Maria Isabel quién considera que “Una fuente que se recupere es una ventana más que se abre a la investigación”. Y es que la diversidad de los temas de las colecciones, permiten fundamentar el pasado, el presente y el futuro mediante la investigación de nuevas fuentes de conocimiento y memoria de la humanidad.

“Queremos que los estudiantes de la universidad Eafit vengan, consulten, investiguen y hagan sus trabajos de semestre. Nosotros les facilitamos todo el material y les damos un entrenamiento para el buen trato de los documentos pues son muy frágiles” dice Maria Isabel y finaliza expresando que los estudiantes deben darse cuenta de lo especial que es el patrimonio y de lo dinámico y asequible que es en Eafit. El programa se ha ido consolidando y a través de proyectos como la Biblioteca Digital Patrimonial, siguen con su trabajo que todavía tiene mucha historia por hacer.

Veinte años del Ballet Folclórico de Antioquia

*Artículo publicado en la Revista Música en el 2010

"Dicen que cada persona que muere, se lleva consigo sus sueños. Si de eso se tratara siempre, este sueño no será lo que es hoy"

El Ballet Folclórico de Antioquia nació hace veinte años en la mente de un hombre que se atrevió a crear. Albeiro Roldán Penagos, nació en el barrio Manrique y desde muy pequeño demostró grandes capacidades artísticas. Él es fundador de un proyecto pionero en Colombia en cuánto a propuestas culturales se refiere.

En 1990 Albeiro, decidió unir sus dos grupos de danza para conformar TipBallet, predecesor de lo que es ahora el Ballet Folclórico de Antioquia. Después de una visita a algunos grupos de danza profesional de Venezuela, éste soñador definió las características que tendría su compañía. Al llegar, no demoró en fundar la Corporación Ballet Folclórico de Antioquia que se lanzó oficialmente el 28 y 29 de Agosto de 1991 en el Teatro Metropolitano, con el que fue su primer espectáculo “Baila Colombia”

Empezar un proyecto con aspiraciones tan grandes como las de Albeiro, requiere una cantidad de recursos con los que no contaban. El grupo, ensayó por un tiempo en la terraza de su casa de en Manrique y luego llegaron a los gimnasios El Diamante y Laureles, donde les facilitaron por un espacio para las prácticas. El problema radicaba en que, al no ser un espacio propio, eran susceptibles a que dispusieran de éstos y dejaran al Ballet sin un lugar en donde trabajar. "Tenemos que conseguir una sede" repetían de los bailarines, que Albeiro alentaba sin cesar. Él no tenía dinero, pero creía en el poder de las palabras.

Encontraron una casa desocupada en la calle 50, la segunda antes de llegar a la esquina de la carrera 72 en el barrio Prado Centro de Medellín. Tan grande como el resto de las casas del sector. Era necesario hacer algunas adecuaciones que entre todos realizaron con limitaciones, pues no les alcanzó para hacer lo que hubieran querido y necesitado, pero al menos tenían un espacio propio donde ensayar y establecer una oficina. Dos años después, en 1994, compraron la casa vecina, que les permitió tener el espacio que hasta hoy es la sede principal del Ballet.

Para llevar a cabo sus espectáculos tuvieron que enfrentar toda serie de dificultades, trabajaron día y noche, pintaron, cosieron, fabricaron escenografías y obviamente, aportaron al desarrollo coreográfico que lideraba Albeiro. Gracias a la pasión que exteriorizaba por su idea y el convencimiento sobre el futuro de su sueño, logró que esa credibilidad fuera transmitida a todos los que lo rodeaban. Juntos construyeron los peldaños que se convirtieron en los cimientos para todo el proyecto cultural.

Paralelo a la adquisición de la nueva sede, en Albeiro empezó a crecer la idea de compartir el amor por la danza, que lo llevó a crear una escuela para niños desde los niveles iniciales. Así fue como nació el Centro de Formación en Danza, fundamentada en la Danza Tradicional y el Ballet Clásico.

El sueño siguió creciendo y en 1996 el elenco principal del Ballet tuvo la oportunidad de participar en un festival de danza en Francia. En su clausura realizaron un montaje con los bailarines de todos los países y Albeiro fue escogido para coordinar ésta puesta en escena. Con él a bordo, hicieron algunas giras donde fueron merecedores de reconocimientos muy interesantes por su participación. Las puertas del mundo se abrieron para ellos, haciendo que estuvieran cada vez más cerca de la que siempre fue y será su consigna: “Entregarle a Colombia, el mejor ballet del mundo”.

Sueños rotos

El 4 de julio de 1997, la intolerancia golpeó a ese hombre que no había hecho más que trabajar por el arte. Albeiro fue encontrado asesinado en su apartamento. ¿Cómo superar la muerte de quién había sido el gestor de una gran sueño y que además lo dirigía? Cómo huérfanos, los bailarines se reunieron para decidir su destino, pensando en principio, que sin la energía de Albeiro, todo se acabaría. Una semana después del asesinato de su fundador, el ballet realizó una gira que tenía programada en Panamá; en parte, como preparación a esas dificultades que siempre tendrían que enfrentar y resolver, y principalmente, para perpetuar el sueño que ese hombre creador, trajo a su propia vida y a su entorno. Debieron reorganizar las tareas que estaban conjugadas sólo en él y empezaron a crecer los diferentes departamentos, haciendo que el ballet se consolidara poco a poco como una empresa cultural. Julián Hincapié, quién fue bailarín del elenco, se convirtió en la nueva cabeza de la entidad. Un año después de la muerte de su director, en 1998, el Ballet Folclórico ganó la medalla de oro en Dijon, Francia, como mejor grupo internacional en la categoría de “Folclor Estilizado” lograron ser los mejores, algo que su fundador había idealizado, pero que siendo su mejor sueño, no pudo ver hecho realidad.

De Albeiro Roldán se escuchan aún los ecos de su risa. En el ballet se siente su presencia y su energía se encontrará siempre en cada rincón de la que fue su casa. Está presente en el ritmo de los tambores y en muchas de las coreografías que todavía conservan sus primeras ideas.

Dejando en alto el nombre de Colombia en el mundo


Siguiendo con la reestructuración, en el 2001, Zuleima Asprilla, presentó una propuesta administrativa al Ballet, después de haber bailado en la compañía por 10 años. La idea de ser los mejores, quedó grabada en la mente de Zuleima, cuyo propósito ha sido trabajar por ese sueño desde hace 20 años.

“El sostener una compañía de alto nivel, requiere varias cosas, estructurar la compañía como una empresa cultural, con un objetivo clave: La profesionalización de la danza en Medellín y el seguir siendo embajadores culturales del país ante el mundo”.

Sus más importantes logros entre muchos, son el haber sido invitados a los Juegos Olímpicos en China, porque “Fue como ganarse la medalla olímpica en cultura” dice Mauricio Aristizábal, director artístico del Ballet. Su gira en Japón también fue importante, pues se sienten orgullosos de traspasar las fronteras más allá de lo que alguna vez imaginaron; y su presencia en los eventos de ciudad importantes para el país, como la clausura de los Juegos Suramericanos del 2010, les han permitido mantenerse posicionados en el medio.

Del Centro de Formación, hace parte el portafolio de servicios educativos que tiene distintas opciones basadas en líneas de Formación, Recreación y Profesionalización y del mismo centro, hacen parte también los elencos juvenil e infantil.

La Compañía está conformada por el primer y segundo elenco, encargados de realizar los majestuosos espectáculos que le han dado la vuelta al mundo con 4 montajes maravillosos: “Colombia Viva”, “Con Sabor Latino”, “Colombia Fiesta y Carnaval” y “Ven a Medellín”, montaje que estrenaron el año pasado y que contiene una propuesta más moderna y contemporánea que decidieron mostrarle a su público con el fin de que sepan que el Ballet tiene un abanico de posibilidades aparte de las folclóricas. Imago es la compañía de danza contemporánea del Ballet, proyecto en el mismo camino de diversificar la escuela. Y Tierradentro, la cuota musical de todo ésta empresa cultural que nació en 1996 y que desde entonces ha acompañado al ballet en sus espectáculos. Además de eso, Tierradentro es un grupo independiente del ballet que tiene dos trabajos discográficos, “Se quiere desbarata…” y “Rumba Colombiana”, proyecto ganador de las becas de creación de la Alcaldía de Medellín. Actualmente se encuentran desarrollando su tercera producción, donde seguirán explorando la fusión del folclor colombiano con otros géneros musicales.

La marca Ballet Folclórico de Antioquia, seguirá existiendo siempre, pues se ha consolidado y posicionado en el país, razón por la cual ha tenido éxito independientemente de lo que proponga. Su objetivo, es ampliar la marca, para que cobije otras marcas distintas, que le permita internacionalizarse más desde su nombre, dando a entender que no sólo son folclor y que no sólo son de Antioquia.

Ahora mismo, la familia Ballet Folclórico de Antioquia, está terminando un quinquenio que empezó en el 2002, así que ya están realizando todas las proyecciones de los próximos 5 años y dándose la licencia para soñar, tal cómo su fundador les enseñó.

Y Seguirán soñando

En poco tiempo, tendrán un espacio maravilloso que ya están acondicionando en el Poblado adicional a la casa de Prado, donde crearán un conservatorio de danza. Quieren ser unos especialistas en el tema y ser un lugar que genere intercambios con estudiantes y docentes de danza de otros países. Sueñan con que Medellín haga parte del circuito internacional de danza y que sea cuna de las artes escénicas en la ciudad y de bailarines profesionales; a largo plazo, quieren organizar un Festival Internacional de Danza y World Music; y planean seguir fortaleciendo el ballet internacionalmente, para ser una de las mejores compañías del mundo.

Después de veinte años de trabajo continuo, no nos queda más, que hacer un homenaje al Ballet Folclórico de Antioquia y al espacio que le regalaron a nuestra ciudad. Un espacio que le aporta a la calidad de vida de los artistas, una escuela que le enseña a la sociedad todo el quehacer cultural de nuestro país y que rescata, fortalece y proyecta las identidades culturales colombianas. Su historia, se ha construido con el sudor, la valentía y con la energía colectiva de quiénes quieren y disfrutan de la danza. Y lo más importante, un homenaje para un fundador y una escuela, que nos enseñó y que nos ratifica cada día, que no nos cuesta nada soñar.

Con-Fusiones Vol. I


*Artículo publicado para la Revista Música en el 2010.

América Latina es un continente fusionado. Culturalmente somos hijos del mestizaje entre europeos, indígenas y africanos. Somos producto de la mezcla de sus diferentes lenguas, razas, culturas, religiones… y de músicas que se han encontrado para dar origen a las fusiones que hoy conocemos. Delimitaremos las fusiones de la Música Colombiana en la historia moderna y de como gastados discursos sobre multiculturalidad y globalización han influido en la rearticulación de la idea de lo nacional en nuestra música.

Big Band con sabor colombiano.

Las músicas que se han fusionado son las que evolucionan en el tiempo y un claro ejemplo de ésto lo encontramos en los años 50 en Colombia, cuando se dio un fenómeno de gran importancia en la historia de nuestra música: ritmos tradicionales como el bolero, el porro y la cumbia, fueron popularizados gracias a una orquesta de música colombiana con formato Big Band, de las mismas que eran famosas en New York.

A diferencia de las Big Band de Jazz americanas, la orquesta de “Lucho” Bermúdez, tenía una influencia notoria de bandas tradicionales y gaitas, pero fusionada con instrumentos orquestales como el saxofón, trompeta, trombón, batería, bajo y piano, además tenía un conguero, tres cantantes y un clarinetista: el mismo Bermúdez. Un instrumento como el clarinete que comúnmente es de la orquesta sinfónica, el maestro Bermúdez logró introducirlo en la orquesta tropical y popularizarlo.

Lucho Bermúdez con su orquesta, redescubrió en un formato grande la música colombiana, su sonido contundente que llena cualquier espacio, alcanzó un discurso musical completo y adelantado para su época. Hubo otros músicos como él, que también aportaron a ese desarrollo: Pacho Galán, la Orquesta Sonolux y la Orquesta de los Martelo, son otros ejemplos del modelo comercial que imperó en todo el mundo. Nadie como Lucho Bermúdez -compositor, arreglista, director e intérprete- logró un reconocimiento internacional, en aquel momento inalcanzable para la mayoría de los músicos del país. Desde entonces, la música colombiana no ha parado de madurar, innovar y transformarse. Desde los años 50, empieza nuestro recorrido por los diversos encuentros musicales en Colombia[1].

Los pioneros

“La Columna de Fuego”, es el nombre del grupo que en 1972 lanzó un sencillo en el que se experimentaba con las posibilidades de la música folclórica colombiana en el rock. Roberto Fiorilli (Batería), Jaime Rodríguez (Guitarra) y Marco Giraldo (Bajo) fueron los pioneros de ésta fusión, cuyas composiciones tenían una forma abierta, improvisación ácida y solos extensos. Gracias al encuentro con el investigador Esteban Cabezas, el grupo inició un periodo de exploración de las músicas afro-colombianas, introduciendo la rítmica y melódica del pacífico en su propuesta musical y logrando las primeras apropiaciones de las músicas regionales por parte de los rockeros bogotanos.

Después de recorrer importantes escenarios del país y de ampliar el formato de la banda a siete músicos, realizaron una gira en Europa con Leonor Gonzáles Mina, “la Negra Grande de Colombia”.

Mario Galeano[2] investigador del proyecto de La Columna, opina que la exploración realizada este grupo anticipó en décadas la tendencia que caracteriza el actual momento de la música nacional. Luego de eso, llegaron veinte años de sedentarismo musical en Colombia, en la cual no hubo experimentos y depuraciones musicales alrededor de la unión de lo local y lo global. Sin ese bache, tal vez las cosas hubieran sido similares a la investigación que realizaron los músicos brasileros en esa misma época y que ahora nos llevan años de reconocimiento de su propia música.

De vuelta a la Tierra del Olvido

Para Octavio Paz[3]La ruptura es un cambio en el horizonte -estético, eidético- hecho por la negación de la tradición y que lleva una nueva propuesta, que puede ser una invención nunca antes imaginada, lo milenario, se presenta como resurrección de civilizaciones desaparecidas”.

Los 90 son los años de la globalización, en la economía mundial llega el llamado Neoliberalismo, y aparece el Internet que permite en mayor medida este fenómeno. En Colombia se promulgó la Constitución de 1991, dónde se declaró un país pluricultural y diverso. A finales del año 1993 Colombia pasaba por un momento de entusiasmo algo inusual. El Capo, Pablo Escobar, había caído e incluso el fútbol pasaba por un momento de euforia: la selección Colombiana derrotaba a la Argentina 5-0 en Buenos Aires y era una de las favoritas para ganar el mundial de 1994.

En este contexto, el complejo de inferioridad que caracterizaba a los colombianos, empezó a quedar atrás y un fervoroso sentido de pertenencia y nacionalismo invadió a los ciudadanos.[4]

En todos los ritmos empezó a darse ese fenómeno de globalización y la fusión empezó a ser más común al tenerse la información suficiente para hacerlo. Los conservatorios y academias en el mundo empezaron a darle importancia a las músicas tradicionales y el cansancio por buscar fórmulas en la música extranjera, originó una búsqueda por un sonido propio.

Particularmente, en el rock en español surge la necesidad de tomar elementos locales para poder lograr una comunicación más amplia, y no fue sino hasta el año 1995 que éste género fusionado con la música colombiana, renace con más fuerza que nunca. “La Tierra del Olvido” es la producción considerada uno de los más importantes puntos de giro en la historia de nuestra música. No era un grupo folclórico, era una banda con guitarra, bajo, batería, teclados, pero también con caja, gaita, acordeón y guacharaca, liderada por Carlos Vives, cantautor colombiano que encabezó este movimiento. Con él nació una corriente de músicos como Ernesto “Teto” Ocampo e Iván Benavides que aceleraron el proceso del movimiento. El mismo Iván[5] opina que La tierra del olvido, defendió la independencia y muchas de sus canciones tuvieron manifiestos estéticos, innovaron en armonía, letras y la fusión entre instrumentos actuales y tradicionales, modernizando el lenguaje del vallenato. Carlos Vives no exploró la música externa para encontrar su propio sonido, exploró en el vallenato todas esas conexiones con lo externo y en “Algo tan pequeño y tan local como el vallenato conoció todo un universo” manifestaba frecuentemente[6]

Vives, es considerado también el padre del Tropipop, un género en el que influye tardíamente pues tiene una diferencia de casi 10 años desde su aparición. El Tropipop, a diferencia del trabajo realizado por él, es producto de una búsqueda más comercial, que como fórmula, corre el riesgo de fracasar. Músicos como Jerau, Fonseca y Fanny Lú, son los nuevos abanderados de este género que comercialmente pisa fuerte, pero que tiene un indeterminado futuro.

Más Con- fusiones

Según varios de los entrevistados para este artículo, debemos aclarar que el término “Fusión” debe utilizarse lo menos posible, ya que según ellos, alude a muchos tipos de fusiones, incluso distintas a las musicales. Plantean la necesidad de acuñarle un término diferente a toda nuestra música, para darle más proyección nacional e internacional. Y buscan promover que cada grupo nombre su fusión, como si fuera un género nuevo, dándole mayor especificidad.

Son incontables la cantidad de encuentros con la música colombiana que han surgido desde los 90, así que en éste artículo sólo abarcaremos dos: La nueva música tropical colombiana y el Jazz colombiano.

En los 90 los músicos del país se ven en la necesidad de hacer un análisis desde lo académico de la música colombiana. Estudiantes de los más importantes conservatorios del país, empiezan a viajar a los diferentes Festivales de música tradicional para conocer las raíces de la misma. Con ese conocimiento, deciden aventurarse a realizar fusiones con nuestra música propia y con algo de Rock y Jazz. De ésta escuela, surge el primer músico colombiano que tiene una discografía de Jazz completa: Antonio Arnedo.

Jazz a lo colombiano

Antonio Arnedo, saxofonista y compositor bogotano, tomó como punto de partida la música colombiana y la fusionó con Jazz; Arnedo componía utilizando la célula rítmica del folclor y dándole forma de standard. Fue tan avanzado su trabajo dentro del contexto colombiano, que sus discos eran estudiados en las universidades y conservatorios del país, dónde intentaban descifrar el experimento de Arnedo.

Después de Arnedo, son muchos los grupos que han investigado y creado nuevas cosas alrededor de este género musical. El Jazz Colombiano, es una fusión de Jazz contemporáneo y neoclásico con música del caribe y música de los andes. Rítmicamente el Jazz colombiano toma de Colombia los ritmos Andinos como el pasillo y el bambuco y ritmos de la costa Caribe como la cumbia y el porro. La música de los Andes en su mayoría es ternaria, el pasillo por ejemplo es ¾. Por otra parte, del Jazz se toman instrumentos como la Batería, el bajo y el saxofón y algunos conceptos y armonías que siempre rompen con lo establecido.

Las formas del Jazz Colombiano se apegan mucho a las que originalmente tienen los ritmos andinos, el Pasillo y el bambuco tiene por ejemplo forma AABC, AABBCC, ABC. Y en cuánto a formas, el Jazz, que tiene un lenguaje más intelectual, posee muchas estructuras que también le aportan a la fusión.

La armonía difícilmente puede determinarse, pero la más utilizada es la armonía Jazz y de la música contemporánea del Sigo XXI, ya que muchos de los compositores de ésta fusión hacen parte de esa escuela.

La música andina tiene estructuras más estrictas, las melodías tienen que tener los acentos de los ritmos siempre y si algo de la estructura es eliminado, puede perder todo sentido. Ésto acerca a esos géneros a la desaparición ya que por su gran dificultad son cada vez más pocos los intérpretes.

No son muchos los grupos en Colombia que trabajan con ésta fusión, aunque poco a poco se ha ido popularizando entre los músicos. En Medellín el grupo Puerto Candelaria y en Bogotá La Distritofónica, están conformados por músicos que realizan trabajos muy arriesgados; Éste último, fusiona Free Jazz con Música Colombiana y sus composiciones son muy interesantes artística y estéticamente.

A pesar de que el Jazz Colombiano es consumido por muy pocas personas, en el país, los festivales de Jazz que se realizan y el Festival Mono Núñez, son escenarios que le han abierto un espacio a éstos proyectos de exploración musical.[7]

Nueva Música Tropical

El elemento común de la Nueva Música Tropical Colombiana es la Cumbia. Cada fusión utiliza ese ingrediente de acuerdo a lo que necesita, puede tomarlo muy tradicional o más actual. El elemento externo con el que se fusiona es el Rock, que incluye todas las músicas nuevas del mundo, no tiene que sonar a rock, pero el hecho de que utilice instrumentos desarrollados en el Rock como la batería o el bajo eléctrico ya lo fusiona con este género. El hip hop con el rap y la salsa como elemento tropical que une a toda Latinoamérica (en cada país se hace de diferentes formas) y el Jazz con sus armonías, también hace parte de esos elementos que varía en cantidades pero que están presentes en la gran mayoría de proyectos de ésta fusión.

La célula rítmica es el ritmo lento y cadencioso de la cumbia. El porro del pacífico también se utiliza, ya que su papel se está redescubriendo y tomando fuerza, y otros ritmos populares como la champeta, que es una adaptación del Soukous, un ritmo africano, es utilizado también en gran medida.

La forma de éstas fusiones tienden ha estandarizarse mucho, la nueva música tropical, se han apropiado de las formas responsoriales de la música negra, formas circulares de la música electrónica y en su gran mayoría de la estructura de la salsa que se desarrolla de la siguiente manera: Introducción, 2 o 4 estrofas, puente, coro, mambo o pasaje melódico y coro. Además utilizan el lenguaje del jazz para improvisar y crear armonías interesantes. En su mayoría, esa armonía es modal, osea dominante o dórico, como al cumbia y la música más tradicional. Se utiliza tónica y dominante como parte de la herencia europea y hay una tendencia a utilizar el tono menor, pues tiene más drama y color y es más usada en Latinoamérica.

En las melodías hay unas mezclas más complejas, Pop con melodías tradicionales y el rap es incluido casi obligatoriamente. La melodía es lo más profundo de cada región, entonces depende mucho del lugar en donde se produzca.

Con respecto a las letras “Hay una tendencia a no decir nada” A veces por miedo. Hay mucha exaltación a la vanidad y los grupos que se atreven a decir algo muchas veces hacen parte de una escena alternativa donde no tienen que confrontarse ni ante medios ni entidades públicas. Además hay mucha censura en Colombia, así que quiénes se atreven a escribir, son censurados en el medio. Por otro lado, también hay una tendencia a volver todo muy rosado, como si todo estuviera bien. Estamos más bien en un momento de lo circular, que incita a escuchar la música y al baile.

Los grupos más característicos de éste género actualmente son: Sidestepper, La Mojarra Eléctrica, Systema Solar, Choquibtown, Superlitio, Bomba Estéreo, el Frente Cumbiero y La República.

Tanto el Jazz Colombiano como la Nueva Música Tropical Colombiana, hacen parte la la escena alternativa de nuestro país, donde son pocas las entidades que los apoyan económicamente y pocos los medios que los difunden. El Internet se ha convertido en el principal canal de difusión de éstos grupos, donde han abiertos nichos de un público cada vez más interesado en éste panorama alternativo.[8]



[1] Información suministrada por los músicos Juan Fernando Giraldo, Juan Diego Valencia y los periodistas Juan Carlos Mazo y Juan Carlos Garay.

[2] Compositor del Conservatorio de Rotterdam, profesor de la Universidad Javeriana y director de “El Frente Cumbiero”.

[3] “La tradición de la ruptura” Octavio Paz. Poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, premio Nobel de Literatura.

[4] Juan Carlos Garay, Crítico musical y novelista.

[5] Iván Benavides, Autor, compositor, productor colombiano.

[6] Entrevista realizada por la revista Gatopardo en el año 2009.

[7] Información otorgada por Juan Diego Valencia, director del grupo Puerto Candelaria.

[8] Información proporcionada por Juancho Valencia, Jacobo Vélez e Iván Benavides en entrevistas realizadas.

Con-Fusiones Vol. II

Nueva Música Andina Colombiana



*Artículo publicado en la Revista Música en el 2010


«… Nutren el caudal de la tradición como un río enorme en que vamos navegando, pescando y soñando».

—Carlos Barreiro Ortiz


La música Andina cómo los géneros tradicionales de diferentes lugares del mundo, está siendo reinventada por los músicos de las nuevas generaciones, que a través de investigaciones exhaustivas, han decidido no dejarlas en el olvido. Cómo Barreiro[1] afirma en la cita que tomamos al principio, la música Andina se está nutriendo gracias a la experimentación de jóvenes músicos, que han optado por desafiar el agobiante e inalcanzable mundo de la música comercial.


Raíces


Los ritmos andinos, como toda la música colombiana, resultaron del encuentro étnico que redescubrió la música como un camino para plasmar ésta unión. Ésta serie de géneros, provienen de los departamentos surcados por las montañas de la cordillera de los Andes: Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Huila, Tolima, Cundinamarca, Santander, Norte de Santander, Antioquia, Boyacá y Eje Cafetero.

Debido a su extensa cobertura geográfica, la música andina colombiana es muy amplia y variada, ya que cada región le imprime su toque cultural, derivando varios ritmos, entre los cuales los más destacados son los bambucos, pasillos, torbellinos, guabinas y españolas.

Antioquia y Bogotá fueron cuna de éstos géneros, que tradicionalmente son interpretados por instrumentos cordófonos como el tiple, requinto, bandola y guitarra. De aquella época datan una cantidad de obras anónimas, que señalan algunos, fueron compuestas por intelectuales de las principales ciudades del país que se avergonzaban por estar escribiendo música popular. Uno de ellos, fue Rafael Pombo, quién – dicen – fue uno de los grandes compositores de bambucos y pasillos.


Pedro Morales Pino


Hace más de cien años, Pedro Morales Pino (1863- 1926), compositor vallecaucano, decidió cristalizar la esencia de la música de los Andes colombianos, que nadie había transcrito al lenguaje musical hasta entonces. Pasillos, Bambucos y Danzas fueron arregladas por Pino, dándoles una estructura, que fue acatada y “aclarada” por los compositores e intérpretes de música andina en los años siguientes. Mejoró la práctica interpretativa de dichos géneros, llevándolos a un formato típico apto para la ejecución de los mismos. En 1897 organizó la Lira Colombiana, agrupación que llegó a contar con 16 integrantes y de la cual fue director y primera bandola. Con ella, el maestro Morales Pino recorrió varias ciudades del país; en Medellín, sentó las bases para la legendaria Lira Antioqueña. Luego viajó a Panamá, San Salvador, Guatemala y más tarde, a Estados Unidos; según datos de Jorge Añez[2], la Lira Colombiana fue la segunda agrupación que salió de Colombia en misión artística.

Morales Pino fue el pionero de la llamada “Música Nacional” influencia que sigue presente en todo lo que abarca la música andina.


Un poco más de historia


Con las primeras giras de la “Lira Colombiana”, los grupos de música Colombiana empezaron a ser acogidos internacionalmente. El dueto “Pelón y Marín” (Santa Marta) se trasladó a México a difundir sus éxitos, labor que lograron con creces. En ese país enseñaron el bambuco a varios músicos mexicanos, entre ellos el compositor Ricardo Palmerín, que se convirtió, en su época, en el más importante autor del Bambuco yucateco, género que llegó a México para quedarse como legado colombiano. [3]

Además de México, el dueto difundió su música en numerosas giras por Estados Unidos, Jamaica, Cuba, Honduras y Guatemala.[4]


La música Andina se erigió en Antioquia, departamento que se convirtió en su abanderado, promovido también por las primeras emisoras de radio que surgieron en Medellín.

Durante mucho tiempo la música andina fue vista despectivamente, aún más por los músicos académicos. A pesar de eso, siempre hubo quiénes promovieron una visión diferente sobre la Música Andina y que le imprimieron otros elementos musicales, desde armonías agregadas, contrapunto y formas musicales. Hubo entonces dos movimientos paralelos: el de la música popular y el de la música colombiana más académica. Nos encontramos entonces con personajes como Francisco Cristancho y Adolfo Mejía, que quisieron hacer cosas distintas y que dan cuenta de que las fusiones de música colombiana han estado presentes en todo momento.[5]


Adolfo Mejía, tenía una formación muy integra y de acuerdo a eso fueron sus composiciones. Fue neoclásico porque se mantuvo dentro de los marcos tonales y las estructuras de las pequeñas formas, aun en sus piezas más descriptivas y evocadoras con rasgos armónicos impresionistas; nacionalista porque se ocupó del mundo sonoro de su país y se propuso elaborar partituras basado en aires andinos y costeños, tal como sucedió en la Pequeña suite, los pasillos y danzas para piano y para banda y las Acuarelas colombianas para orquesta de cuerdas. [6]


En 1948 llegó a la Música Andina Colombiana, un personaje llamado Luis Uribe Bueno, nortesantandereano que llegó a Medellín con la orquesta de Lucho Bermúdez (contrabajista) El maestro puso su alta formación musical al servicio del cancionero popular y al mejoramiento estético de los intérpretes.


En Medellín había una competencia muy fuerte entre las emisoras “La Voz de Antioquia” (Caracol) y “La Voz de Medellín“ (RCN) quiénes organizaron el concurso “Fabricato” de composición de Música Andina. Luis Uribe decidió que quería ser el ganador del concurso (Y lo fue de 1949 a 1952). En sus manos, los aires folclóricos ganaron refinamiento técnico, se dice por ejemplo, que la obra instrumental “El Cucarrón” obra que presentó en el concurso, fue el primer pasillo Sinfónico compuesto, que partió en dos la historia de la música andina en el país y que por su refinada elaboración se convirtió en reto de intérpretes virtuosos. [7]


En 1960 León Cardona, conformó elTrío Instrumental Colombiano” en compañía del tiplista Elkin Pérez y del bandolista Jesús Zapata. El maestro Cardona incorporó armonías jazz a la música Colombiana y un formato de composición diferente (por bloques, no líneal). En 1970, la música Andina, tiene un gran retroceso con un elemento paradójico: Es el momento histórico en el que más música Andina se graba y en el que floreció una época donde se popularizaron los tríos y duetos como El Dueto de Antaño, Garzón y Collazos y Martínez, Silva y Villalba, pero que realizaban un trabajo musicalmente muy pobre. Jorge Villamil se convirtió en el compositor predilecto de estos grupos, e hizo que su música se popularizara, aunque tuviera menos calidad.


Nuevos horizontes


Entre 1970 y 1980 Aparecieron los FESTIVALES DE MUSICA ANDINA y con ellos, se empezó a despertar nuevamente simpatía por la música de nuestro país y se dio un espacio de encuentro entre los músicos del mismo circuito. La música Andina se fusiona y además empieza a utilizar otros referentes sobre los cuáles hablar: no más campesinos y no más montañas, pues eso ya no era lo que identificaba al público que los escuchaba. Gustavo Adolfo Renjifo, músico vallecaucano, empezó a cantar cosas diferentes, “La Llamita” por ejemplo, es casi una canción erótica, haciéndolo único hasta entonces. También musicalizó algunos poemas de Carlos Castro Saavedra y gano un beca de Colcultura para grabar su disco.


A pesar de que evidentemente el lenguaje de la Música Andina Colombiana estaba cambiando, eran muy pocos los grupos que hasta ese entonces, hicieron fusiones con géneros del exterior.

En los 90’s, los músicos, movidos por todo el cambio generacional y cultural que había, introdujeron las fusiones a la música Andina. Eran escasos los intentos por internacionalizar la música colombiana, en parte por problemas como la escritura del bambuco. Luis Uribe, que por años trabajó en Sonolux y que tuvo mucha relación con las disqueras mexicanas, contaba que al darle a la orquesta un bambuco en ¾ para que tocaran, la orquesta no era capaz de hacerlo; mientras que al dárselos en 6/8 se le facilitaba el trabajo.


En aquel entonces tampoco hubo grandes arreglos, ni estrellas de la música andina que lograran trascender fronteras, ni alcanzar su comercialización. Sus discos sólo se encuentran en el circuito de grandes festivales como “El Mono Núñez” o “Antioquia le canta a Colombia”. Este mismo festival decidió en 1995, calificar programas musicales, otorgándole al artista un tiempo determinado para hacer un espectáculo. Ese primer experimento arrojó como ganador a un grupo llamado Damawa, de Nariño, con “Canto al Galeras” obra en la que no se sentía el género andino con tanta fuerza como antes. Héctor Fabio Torres fue otro de los precursores de la fusión, quién con obras como “Ensamble”, “Enigma” y “Diabólico”, presentó fusiones y estructuras muy complejas, hasta llegar a un punto en el que se afirmó que estaba realizando música sólo para músicos.


Otro fenómeno es la diferencia generacional entre los jóvenes músicos y el público más conservador, situación que dificulta el entendimiento, pues lleva a la audiencia y a algunos críticos a decir que la música colombiana esta siendo degenerada por esos músicos y haciendo que pierda su sonido tradicional, pues sus composiciones se salen de los límites y referentes que tuvo la Música Andina.


La Nueva Música Andina Colombiana, empezó a evolucionar en la historia, cuando una serie de propuestas empezaron a surgir desde la academia, por parte de estudiantes de música que ya estaban influenciados por la música del exterior, especialmente por el jazz y el rock. En la Universidad de Antioquia por ejemplo, se abrió un énfasis en cuerdas y la gente joven y experimental, empezó a fusionar realmente la música andina. A finales de los noventa se comenzaron a emplear instrumentos como el piano y otros electroacústicos como el bajo, que le dieron un nuevo sonido a nuestros géneros.[8]


Evolucionando


Hay una gran diferencia entre las músicas masivas y las músicas para minorías. En el caso de la música andina que hace parte del segundo grupo, se percibe que ha ganado un lugar entre un público que tiene cierto nivel como oyente y que es menos consumista, más fiel e incondicional a sus predilecciones. Aún así, los músicos de Música Andina Colombiana también sueñan con tener un espacio en el mercado, dónde alcancen una proyección nacional e internacional a través de herramientas como los canales de divulgación virtuales, la facilidad para la grabación y producción de un álbum, que permiten que los músicos tengan más documentación fonográfica para divulgar sus propuestas.


La fusión se ha convertido en la primera estrategia utilizada por los músicos para comercializar su trabajo. Grupos como la Estudiantina Nogal, el Trío Nueva Colombia, el Grupo Cuatro Palos, el Grupo Café Es3, Guafa Trío, el Grupo Camerata y el Conjunto Ebano; algunos duetos (con voces armónicamente más elaboradas) como Nueva Gente, Sombra y Luz, Carmen y Milva, Diana y Fabián y Primaveral; los grupos Nueva Cultura, La Distritofónica, Puerto Candelaria y Septófono, y los solistas vocales Niyireth Alarcón, María Isabel Saavedra, Carolina Muñoz, Juan Consuegra; por citar sólo unos pocos, han trabajado con éstos recursos, obteniendo resultados óptimos y reconocimiento.


Todos éstas transformaciones coincidieron con un cambio en la industria de la música en donde las disqueras desaparecieron y la herramienta en la que se empezó a mercadear todo, es el Internet. Las influencias de los poderosos medios de comunicación (Qué tienen un panorama desolador en cuánto a Música Andina Colombiana), trajeron consigo nuevas sonoridades, nuevas formas melódicas y armónicas, nuevos lenguajes y nuevas técnicas desde distintas partes del mundo.[9]

De toda la música de las regiones colombianas, la andina es la que más ha evolucionado, en razón a que hace parte del repertorio de músicos estructurados en la Academia, instrumentistas virtuosos con conocimiento de diversas culturas y estilos del mundo. Hoy nuestro sonido está lleno de esos elementos foráneos que enriquecen la tradición y que facilitan su proyección internacional, siguiendo los comportamientos de las músicas que hacen parte de la "World Music" o "Músicas del Mundo" y que integran en un solo concepto toda la música popular o étnica de difícil catalogación, como es nuestro caso. “La universalización y auge de las músicas locales es sin lugar a dudas un acontecimiento que los músicos andinos debemos aprovechar”. [10]












[1] Carlos Barreiro Ortiz, Economista de la Universidad Nacional y comentarista musical.


[2] Jorge Añez (1892- 1952) Compositor, autor, cantante e investigador musical nacido en Santa Fé de Bogotá.

[3] www.trovadores-yucatecos.com/Bambuco


[5] Información suministrada por Juan Carlos Mazo, Periodista, comentarista y crítico.

[6] Esquivia Vásquez, Aníbal, "Adolfo Mejía", Rapsodia, núm. 20, año III; marzo de 1948, pp. 27-31.


[7] De Liras a Cuerdas, Hector Rendón Marín. 2009.

[8] Información suministrada por Federico Ochoa, clarinetista y saxofonista graduado en la Universidad de Antioquia.

[9] Maria Eugenia Londoño, Musicóloga con estudios realizados en la Academia de Música y Arte dramático de Viena y en el Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore, Indef de Caracas.


[10] Sofía Elena Sánchez Messier, guitarrista del trío Colombita. Estudió en la escuela Luis A. Calvo, en la Universidad Javeriana y en la Fundación Musical Amadeus.